Merienda nocturna.
Atravesar el pasillo que lleva a la cocina siempre es un peligro considerable, sobre todo cuando corres el riesgo de desaparecer. Al menos, claro, en esta casa... Pero esa historia es mas larga, casi tan larga como la de las botas que llevo puestas.
El punto es que ya me levanté, y camino a tientas por el frio piso del pasillo metálico, solo guiado por el retumbar de mis pisadas contra las murallas. Ahora tan solo tengo que llegar al cruce y dar vuelta a la izquierda esperando (y de verdad espero que sea así) no encontrarme con nadie.
O con nada.
Camino y finalmente llego al cruce, lo identifico por un tenue brillo que llega desde el norte, un tenue brillo que me llena de un sinsabor indescriptible mientras veo a mi izquierda la escotilla de entrada a la cocina y a mis espaldas el camino hasta la pieza.
Pienso rápido, el brillo acercandose no me deja mas de una milesima de segundo, "Que mierda" exclamo mientras me meto a la cocina, sobre una mesa veo fruta fresca y la como mientras afuera un sonido escalofriante susurra en la puerta.
Se va a quedar ahi, se va a quedar ahi por siglos si es necesario, se va a quedar ahi y va a atraparme apenas salga... Solo me queda vivir encerrado en la cocina hasta que ese maldito aparato luminoso encuentre otra cosa que desaparecer. Quizás nunca pase, quizás en unos años mas unos exploradores encuentren mi esqueleto en la cocina, quizás algun dia una mujer quede atrapada acá, quizás termine lanzandome a las fauces del aparato, quizás se descomponga por algun motivo, quizás no.
Quizás no... Poco queda que hacerle ya, hay comida y bebida ilimitada, y tengo todo el tiempo libre del mundo; ¿Les conté la historia de las botas que llevo puestas?.
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